domingo, 1 de noviembre de 2009

STARLIGHT: NUESTRO DERECHO A VER LAS ESTRELLAS.


 Trazos estelares y la torre de vigilancia. Sant Llorenc de la Muga. Girona, España.
Foto cortesía de J.C. Casado, vía tierrayestrellas.com

Hace unos años llevamos a nuestros alumnos de arquitectura a la isla de Taquile, en el lago Titicaca, a realizar un tema de diseño. Fue una bonita excursión, pero al caer la tarde unos alumnos se perdieron, y cuando finalmente aparecieron era demasiado tarde para volver a Puno, pues una tormenta empezaba a caer sobre el lago. Decidimos entonces pernoctar en aquella isla, y mientras ascendíamos a un pequeño almacén -ya que no había hospedajes- podíamos ver los relámpagos sobre la superficie del lago. Horas más tarde, tras despejarse el  cielo tormentoso, el prístino e impoluto cielo se iluminó con la luz de las estrellas. Nunca había visto algo así: el aire ralo a los 4000 metros de altura permitía apreciar el mágico espectáculo de la Vía Láctea, matizado con alguna estrella fugaz que, a lo lejos, parecía sumergirse en el lago.


Durante milenios las estrellas han despertado en el hombre apasionante veneración, minuciosos estudios, y un  sentido de pequeñez ante lo infinito. Observatorios astronómicos como el de Stonehenge, Machu Picchu, y los templos mayas y aztecas, el Templo del Cielo, las líneas de Nazca, por nombrar poquísimos ejemplos, permitieron a los antiguos seres humanos estudiar las condiciones más favorables para la agricultura y asegurar su supervivencia y desarrollo. Siglos más tarde, los árabes perfeccionaron instrumentos de navegación basándose en el estudio de las estrellas, los que luego serían usados por navegantes europeos para el descubrimiento de otras tierras.



Machu Picchu de noche

Pero no sólo entre los estudiosos las estrellas han despertado inusitado interés, sino también entre los ciudadanos comunes. Llamamos estrellas a quienes se destacan en algo, y son estrellas los símbolos de la Navidad, de la magia, de la excelencia. En diversas mitologías las estrellas eran, de hecho, dioses. Países como EEUU, Cuba, Chile, Israel, Nueva Zelandia, etc. incluyen estrellas en sus banderas. Noches estrelladas inspiraron a Neruda en su Poema 20, y le dieron a Van Gogh inspiración para sus obras más conocidas: las Noches Estrelladas.


Noche estrellada, Vincent Van Gogh, 1889. Museum of Modern Art, Nueva York.

Noche estrellada sobre el Ródano, Vincent Van Gogh, 1888. Musée d'Orsay , París.

Pero, ¿que nos ha pasado hoy en día que ya no vemos más las estrellas? ¿Cuando fue la última vez que Ud. se sentó a ver las estrellas? La ocupada vida de hoy no nos permite esos lujos, algo que nuestros antepasados gozaban  cotidianamente. Aún con el propósito de verlas, es posible que sólo haya alcanzado a ver unas cuantas.  El derroche energético y la contaminación lumínica que caracteriza hoy nuestras ciudades opaca el fulgor de las estrellas.


Contaminación lumínica en las ciudades.


Tal como deberían verse nuestras noches. Fotografía por Fraser Gunn. 

En ese sentido, me parece plausible la iniciativa Starlight, A Common Heritage (La Luz de las Estrellas, Un Patrimonio Común) presentada brillantemente en la Convención Europea del Paisaje en Malmö por el español Cipriano Marín, busca la protección de estos paisajes estelares. Esta iniciativa cuenta con el apoyo de la UNESCO, el MAB, el Ministerio del Ambiente español y el Gobierno de Canarias, entre otros.



 Fotografía por Fraser Gunn.  

Obviamente, no se trata de vivir en las tinieblas ni volver a épocas preindustriales. Es simplemente reducir la iluminación a lo necesario, evitando el fulgor y el derroche de energía.

Como puede verse en este mapa de la tierra nocturna el destello de nuestras luces puede verse desde el espacio, y muestra el uso social y económico que hacemos de la luz. Hoy en día sólo en pocos lugares las condiciones atmosféricas y la lejanía al resplandor de las ciudades, permiten ver la Vía Láctea en toda su esplendor, sin necesidad de telescopios: las Islas Canarias, el desiero de Atacama (sur de Perú y norte de Chile), el desierto de Arizona (México y EEUU), Hawai, el desierto del Sahara en África, el centro de Australia, el lago Titicaca (Perú, Bolivia), son algunos de ellos. (la NASA solía tener un observatorio astronómico en Arequipa, Perú: hoy ya no funciona más debido a la contaminación).


Pero aún para los que no vivimos en estas localidades, es posible mejorar el paisaje estelar de nuestras ciudades. El llamado es a un uso racional de la energía. La iluminación excesiva de las ciudades no tiene sólo un efecto estético negativo; en estos tiempo de calentamiento global y eficiencia energética es un derroche grosero e inconveniente.

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